Durante la composición de CRP, Crepusculario (1920-1923), el yo lírico del poeta se describe en términos de tener, con predominio de autoalusiones indirectas (mi voz, mis jardines ausentes, mis ojos, mi espíritu intocado, mi alma entera, mi corazón, mi vida), pero eso fue al principio. Después fue desembocando hacia un poeta más compasivo y solidario, como muestra en poemas como VIEJO CIEGO, LLORABAS...
Viejo
ciego, llorabas cuando tu vida era
buena,
cuando tenías en tus ojos el sol:
pero
si ya el silencio llegò, qué es lo que esperas,
qué
es lo que esperas, ciego, qué esperas del dolor?
En
tu rincòn semejas un niño que naciera
sin
pies para la tierra, sin ojos para el mar,
y
que como las bestias entre la noche ciega
-sin
día y sin crepúsculo- se cansan de esperar.
Porque
sí tú conoces el camino que lleva
en
dos o tres minutos hacia la vida nueva,
viejo
ciego, qué esperas, qué puedes esperar?
Y
si por la amargura más bruta del destino,
animal
viejo y ciego, no sabes el camino,
yo
que tengo dos ojos te lo puedo enseñar.
A mediados de 1922 en los textos se adivina como el orgullo y la seguridad del poeta cambian por la duda y el pavor, como se puede comprobar en algunos de sus poemas de ese año y en este con el que termino el capítulo de hoy.
TENGO MIEDO
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo -Y me siento tan cansado y pequeño
que reflojo la tarde sin meditar en ella.
(En mi cabeza enferma no ha de caber un sueño
así como en el cielo no ha cabido una estrella.)
Sin embargo en mis ojos una pregunta existe
y hay un grito en mi boca que mi boca no grita.
¡No hay oído en la tierra que oiga mi queja triste
abandonada en medio de la tierra infinita!
Se muere el universo de una calma agonía
sin la fiesta del Sol o el crepúsculo verde.
Agoniza Saturno como una pena mía,
la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde.
Y por la vastedad del vacío van ciegas
las nubes de la tarde, como barcas perdidas
que escondieran estrellas rotas en sus bodegas.
Y la muerte del mundo cae sobre mi vida.
PABLO NERUDA
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